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Oculto Hair Club, peluquería, arte y buen café.

Fuente: TRAVELLER

Este nuevo multiespacio de Madrid es, en realidad, una peluquería. Vas a cortarte el pelo y sales con una obra de arte.

Galería Oculto Hair Club.

Galería dentro de Oculto

El estilo industrial de Nueva York y la filosofía de trabajo de los salones de Japón. En ese cosmopolita concepto se encaja Oculto Hair Club, una nueva peluquería en Madrid que no es solo una peluquería, pero es, en primer lugar, una peluquería. “Cobramos por el servicio y la experiencia es el regalo”, resume su director creativo, Elías Pedrosa, estilista de larga trayectoria que va de Granada a Madrid y Londres, que venía de Salón 44.

La experiencia empieza en la recepción, un espacio diáfano desde el que ya la mirada se pierde hasta el salón de peluquería, pero hay varias paradas. La primera, después de registrarte, es poder tomarte un café de Bianchi y quizá un dulce.

Después, quizá te sientes un momento en la sala de espera (aunque funcionan casi siempre con citas y eso te garantiza la entrada directa) , merecerá la pena: no es un lugar frío con revistas viejas, es también la galería de arte.

Sentada en uno de los sofás o butacas que ellos mismos han creado y les han fabricado a medida (y se pueden comprar) , empiezas a entender esa experiencia visual, estética y relajante que quieren que vivas en Oculto. Los cuadros colgados de esas paredes, se pueden comprar y las exposiciones cambiarán cada dos meses.

Siguiendo el camino, llegas, por fin, al salón de peluquería: espacioso, con iluminación tenue. La primera sorpresa es que los espejos están tapados, ocultos dentro de una especie de cajas negras (todo un juego inesperado con el nombre del lugar) . Cuando te sientas, encienden el tocador y, si quieres, descubren el espejo. “Hay clientes que prefieren no verse hasta el final”, cuenta Pedrosa. Es la confianza plena en el estilista.

La luz bien estudiada del salón se complementa con la iluminación natural que entra de los tres patios interiores. En el centro de la sala, una obra de hierro oxidado de Iñigo Arístegui y la barra circular de onyx donde se aplica el color. “Parece una barra de cóctel”, dice Pedrosa. Y así lo querían porque la mezcla se hace en directo, delante del cliente, como el show cooking, lo llaman “show coloring”.

¿Y el lavado? Detrás de una especie de gran lienzo, es una zona aún más íntima, de cómodos sillones negros y luz muy tenue para una relajación absoluta mientras te lavan y te dan el masaje siempre incluido.

“Cuando nos preguntaron los diseñadores cómo nos imaginábamos el espacio, yo dije que como un taller, como el estudio de un artista: muy limpio, industrial y que no fuera evidente que es una peluquería”, relata Elías Pedrosa. Sueño cumplido. A pesar de los materiales industriales, los colores neutros, el inmenso espacio, Oculto Hair Club es cálido, nada de focos indeseados.

El espacio es detallista, inspirador y relajante, como la ceremonia del té en la que basan alguno de sus tratamientos (acompañados de una de las marcas con las que trabajan, la japonesa Shu Uemura; la otra, es la neoyorquina, Redken, cubriendo los dos espectros de su concepto) .

La idea era entrar y no saber muy bien dónde estabas. Puedes ir solo a por un café, quizá solo a ver la exposición y seguramente a por un nuevo estilismo. Quizá a por los tres: salgas con un café, una obra de arte y un look inesperado (a precios, además, asequibles) .